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Una mirada hacia dentro


Ines OG
Respuestas: 4
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(@ines-og)
Psicóloga
Registrado: hace 1 año

Tenemos un cerebro angustias, dice Arun, puesto que, desde una óptica evolutiva, el miedo ha salvado muchas más vidas que la alegría. Nuestros antepasados preocupados y asustados, al sobrevivir más, se han reproducido de forma más numerosa. Nuestro cerebro está mucho más preparado para detectar peligros y preocuparse, que para relajarse y disfrutar.

 

Además, la mayor parte de la influencia de las emociones pasa por debajo de nuestro nivel de consciencia, es decir, nos influyen de manera inconsciente, condicionando cómo percibimos nuestro entorno y a los demás, lo que recordamos y cómo imaginamos que será el futuro. Condicionan que nos acerquemos o nos alejemos de algo. Además, cuando se vuelven intensas, activan respuestas automáticas, involuntarias, y nos hacen actuar por inercia.

 

Esta es muchas veces la causa de nuestra ambivalencia o incoherencia: en momentos distintos, bajo diferentes estados emocionales, todo puede variar: mi percepción, mi memoria y mis proyecciones futuras.

 

Además, nuestro sistema evolutivo de supervivencia funciona más a corto plazo que a largo plazo. Con la recompensa o ganancia inmediata.

 

Todo esto tiene mucho que ver con los conflictos en las relaciones…

 

¿Esto os suena?, ¿estáis de acuerdo con esta información?... Si la respuesta es sí, ¿Cómo podríamos revertir o paliar las consecuencias de tener un cerebro inadaptado a los tiempos que vivimos?  

¿Cómo creéis que esta comprensión de la influencia de nuestras emociones y mecanismos de supervivencia en nuestras relaciones podría ayudarnos a mejorar la forma en que nos relacionamos con los demás? ¿Qué estrategias podríamos implementar para ser más conscientes de estas influencias y tomar decisiones más reflexivas en nuestras interacciones interpersonales?